Recorrida por la muestra de arte inmersivo del pintor holandés en el Centro de Expresiones Contemporáneas
Hoy el artista Vincent Van Gogh capta la atención del público en general. Con las muestras de arte inmersivo (que
buscan “sumergir” al espectador en las pinturas con proyecciones animadas y
realidad virtual), el pintor de los girasoles
amarillos se ha puesto de moda. ¿Qué pensaría Van Gogh, que en vida vendió
un solo cuadro y no fue comprendido por la sociedad de su época, si viera a
tantos jóvenes sacarse una selfie con las pantallas que proyectan sus obras de
arte?
La
propuesta de arte inmersivo, ya expandida en el mundo, llegó al país y no pasa
inadvertida. Desde febrero pasado y hasta el 31 de julio, se puede ver en La
Rural, en Buenos Aires. Mientras que otra muestra diferente arribó a Rosario el 16 de junio y
finaliza el 31 de julio, en el Centro de Expresiones Contemporáneas
(CEC).
La semana pasada fui a recorrerla al CEC, habiendo escuchado
comentarios positivos y otros, no tanto. Siendo mi primera experiencia en una
exposición de estas características, la modalidad me resultó interesante y
marca una tendencia a la hora de incorporar la tecnología en las exhibiciones
artísticas.
Recorrida
“Van Gogh.
Experiencia de arte inmersivo” propone otra manera de acercarse al arte.
En primer lugar, hay una muestra de reproducciones de sus obras más
importantes, acompañadas por textos sobre su vida y varias frases como: “A
medida que avanzamos en la vida, se vuelve más y más difícil, pero en la lucha
contra las dificultades se desarrolla la fuerza del corazón”.
Nacido en 1853 en Zundert (Países Bajos) y fallecido en 1890
en Auvers (Francia), fue un artista de una gran sensibilidad que encontró en la
pintura un refugio. Solía decir también: “El arte es para consolar a los que
están quebrantados por la vida”.
En los textos de la exhibición se remarca que “el artista
trató de expresar todo su malestar y sufrimiento existencial en el lienzo,
captando cada vez diferentes lados de sí mismo y de su propia personalidad.
Celebrar la propia imagen y el propio cuerpo es un ejercicio terapéutico y es
esta la mejor explicación para comprender el porqué de tan cuantiosa serie de
autorretratos”.
Imagen y música
Luego se pasa a un gran salón en el cual se proyectan imágenes animadas en el suelo y en
las paredes, donde se busca “sumergir” a los espectadores en el interior de más
de 70 pinturas, con una voz que narra su vida y una banda de sonido que
acompaña los distintos períodos del pintor.
Están
dispuestos sillones para dejarse “bañar” por los paisajes en tonos cálidos, sus
conocidos girasoles en un amarillo resplandeciente, su serie de autorretratos y
sus representaciones de los campesinos. Este es el lugar preferido para
fotografiarse, aunque también en la exhibición hay dispuestos un par de
sectores, exclusivos para la foto, en los que se recrean las obras sobre su dormitorio
y el café de Arlés (Francia).
Al salir de
este sitio, hay un pequeño cuarto donde se proyecta la obra “La noche
estrellada” y también otro sector en el cual hay lentes de realidad virtual,
que invitan a un recorrido inmersivo por la pintura “La casa amarilla” (fue su
estudio de pintura en Arlés); para finalizar en un espacio para dibujar.
Una experiencia novedosa, que acerca el arte al público en
general, y nos conecta con una historia de vida difícil. Un artista que se
sintió muy solo, y su gran sostén emocional y económico fue su hermano Theo;
compartió un tiempo su estudio con el pintor Paul Gauguin, con quien tuvo grandes
diferencias; vivió en una sociedad que no valoró su obra; pasó un período en un
psiquiátrico y tuvo un final triste. Sin embargo, nos dejó su maravilloso arte,
que es un canto a la vida, y con el correr del tiempo obtiene cada vez más su
merecido reconocimiento.